La gestión del tiempo no tiene nada que ver con el momento en que comienza la jornada laboral o una actividad dentro de esa jornada. El día de una persona podría comenzar a las 6:00 a. m., a las 7:30 a. m., a las 8:00 a. m. o a las 9:00 a. m., y aun así llegaría tarde si no se hubiera dado cuenta de que la vida es un montón de piezas de un rompecabezas que deben encajar entre sí en consideración a la existencia de otras piezas para que la vida transcurra sin problemas. Las piezas deben estar una al lado de la otra. Cada vez que se superponen, aunque sea un poquito, o se apilan unas sobre otras, el resultado directo son diversos niveles de caos.
Uno debe administrarse a sí mismo en relación con el tiempo, eligiendo encajar su agenda personal en el cronograma del mundo. Es una negativa perfeccionista a dejar pasar algunas cosas (si fueron iniciadas por uno mismo, por su propio plan o diseño) en favor del diseño previo de un mundo más grande, en favor de las agendas fijas previas de otros o de sus compromisos de tiempo.
Dos cosas no pueden ocupar el mismo espacio. Lo que ganas al preparar la comida a último momento cuando realmente necesitas salir de casa, lo pierdes en la producción tóxica de cortisol. Cada vez que tu cuerpo está en modo de prisa o pánico, pierdes. Si mantienes un perfeccionismo implacable en lo que respecta a lograr tus propias metas sin importar el costo, puedes llevar a tu cuerpo a un trauma, día tras día. Esa persona puede no ser consciente de ello, pero elige el cortisol.
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