“No había en él belleza ni majestad que nos atrajera, nada en su apariencia para que lo deseáramos” (–es decir, sobre ESA base–) (Isaías 53:2)
El Todopoderoso se aseguró de que no hubiera distracciones que superar para llegar a la esencia de quién es Él. Nuestro Padre Celestial lo hizo deliberadamente al crear al Mesías visible en forma humana, a través de Su encarnación, y aparentemente lo permitió en la gran mayoría de nosotros, seguramente para beneficio de otras ganancias para nuestras almas y para Su cuerpo del reino, en su totalidad.
Nuestra existencia terrenal actual (y los años que vivió el Salvador en ella, hace dos mil y pico de años) no es el capítulo de la glorificación, sino más bien de la humildad. Este es el capítulo del burro; el corcel blanco viene después. ¡Toda la creación espera "ver a los hijos de Dios ( de manera cegadora y espectacular ) revelados!" (Romanos 8). Este es el capítulo de la "gloria cubierta"; la NO-cubierta, (el ligero pellizco de la mejilla y la nariz hacia la perfección, el pellizco del carácter hacia la santidad), ¡seguramente todavía SERÁ! "Los que lo miraban estaban RADIANTES". "Y los que lo esperaban no serán avergonzados".
Mi madre solía hablarme de CUALQUIER defecto nuestro: "Recuerda, a la gente le importa más su PROPIO dolor de cabeza que si realmente te MUERES". Y he notado a través de los años que la belleza personal EXCEPCIONAL (y ES la excepción) es importante sólo en la presentación inicial de diez segundos de las personas e incluso entonces queda eclipsada rápidamente en TODAS las personas, inmediatamente por la personalidad que surge DETRÁS del edificio. Las personas se sienten atraídas en primer y último lugar por la emanación del amor, SOLAMENTE.