La vida en nuestro Señor: mucho por lo que estar perplejos, mucho que es inescrutable, mucho en lo que confiar, mucho que experimentar, mucho que reflexionar, mucho por lo que regocijarse y estar agradecido, mucho por lo que afligirse... extendido hasta el extremo. Pero no nos afligimos como aquellos que no tienen esperanza y nos dejan solos. Nunca. Él lleva nuestro dolor como un burro curtido, caminando lentamente a nuestro lado, con su cálido aliento siempre cerca.
Algunas personas que sufren un duelo no lloran en absoluto, como mi madre cuando murió mi padre. Pasó de la etapa de shock (esa primera etapa inicial) a la etapa de duelo sin derramar ni una lágrima, pero no podía recordar gran parte de lo que sucedió después... la reunión en la que se tomaron decisiones en la funeraria, etc.
Las variadas respuestas de las personas en duelo dan testimonio de que estos asuntos son demasiado grandes para que nuestras emociones humanas los puedan soportar... por lo que el dolor y el procesamiento se desarrollan a lo largo de años y años, como puede atestiguar cualquiera que lo haya experimentado.
El temor de tener que ser el centro de atención de un funeral es probablemente casi universal. Uno de los desafíos desagradables que conlleva es la complicación y la presión de prepararse para ello, y luego está todo el entusiasmo necesario para saludar a todos, en un momento en el que uno está completamente exhausto. Pero luego está el cierre sanador de todo... y el hecho de compartir los mejores recuerdos (ver solo el lado bueno de una persona... que será lo que se supone que es todo el cielo y la tierra: "no conocer a nadie según la carne"...) es emocionalmente muy saludable y además sanador.
Los funerales o las ceremonias conmemorativas pueden ser muy sanadoras para otras personas... y alguien tiene que encarnar esa conexión simbólicamente (el cónyuge, padre o hijo que quedó con vida) para que la gente pueda procesarlo todo. Por lo tanto, es parte de morir a uno mismo, incluso más, mientras se sufre... entregarse a los demás... estirarse solo una hora más... relacionalmente... sabiendo que después uno puede por fin descansar en su propio y tranquilo retiro... para sentir dentro de sus propias emociones... tomar incluso años para procesar el dolor de manera adecuada y suficiente.
En todo esto, podemos esforzarnos por lograr una perspectiva correcta, que comienza por reconocer que ninguna vida es perfecta. Dios busca nuestra entrega total a Él por la eternidad... de eso se trata el caminar por la tierra... capacitarnos en esto... para ser Su futura esposa para siempre. Esto es solo una parada del tren... la historia completa aún está frente a nosotros.
Así que tómatelo un minuto a la vez y da unas cuantas vueltas más en estos días. Confía en Dios. Él incluso te dará qué decir (o ser) a cada persona que venga. Como dice el antiguo himno: "Cuando hemos agotado nuestros recursos acumulados (en este caso, nuestras frágiles emociones... no nos queda nada para dar), la entrega plena de nuestro Padre apenas comienza". Quédate ahí, simplemente sé y observa lo que Dios hace... para tu propia sorpresa.
Pensando en ti en todas las complejidades de esta hora...