La ley es absolutamente necesaria y eterna. Si tienes un reino y eres rey de una persona en tu reino, todo vale, pero en el momento en que agregas dos personas a tu reino, necesitas la LEY para evitar que los hombres se corten la cabeza unos a otros y se roben las esposas. Sí, la Ley hará sabios a los simples. Pero tiene un propósito sutil adicional dentro de ella: sirve para mostrar el grado de obediencia (abnegación) que su pueblo reunirá en amor al Dios que está detrás de ella. Meditar sobre ella hace crecer el carácter en el alma y la gratitud a Dios por el hecho de que un juez tan sabio pudiera estar en el centro del universo... alegría por el hecho de que no terminamos con un déspota sentado al mando por toda la eternidad.
Sin embargo, la Ley no hace nada por la vida emocional de una persona, que es donde transcurre gran parte de nuestra vida de momento a momento, dentro de la estructura más amplia de la ley y el orden. Nuestras emociones son cosas tiernas, cosas reactivas, a veces aparentemente indefensas, cosas receptivas, otras veces cosas irrazonables, a veces incluso cosas salvajes. A veces vencidas, muertas. Vemos que nuestras emociones necesitan escolta, necesitamos apoyarnos en el brazo de un consorte real. La Ley no nos rodeará con sus brazos a través del sufrimiento, no nos consolará, no nos concederá misericordia, no nos perdonará, no caminará con nosotros a través del valle de la sombra, no nos ayudará a resolver intercambios humanos complejos, no nos empujará en direcciones moralmente elevadas en áreas grises/encrucijadas, no nos deleitará con milagros y sorpresas.
¿Debemos obedecer únicamente la Ley de Dios y descubrir que el resto de nuestra vida pende de un paracaídas? ¿Debemos viajar en una montaña rusa sin una mano que nos sostenga? ¿Debemos vivir la vida... sin amor? Afortunadamente, descubrimos que nuestro sabio Dios ha cubierto toda esa delicadeza. La expiación tiene rostro, extiende un brazo en cada acera. Una Persona nos encuentra donde nos duele y siempre nos sana. La expiación es una hemorragia abundante e imprudente, el máximo derroche de amor personal por otro. Aprendemos a amar al quedar conmocionados al encontrarlo.
Así vemos que los seres frágiles y siempre errantes necesitan tanto la ley divina como la misericordia divina. Los humanos necesitan ser guiados por la ley, pero nutridos por el amor. No es de extrañar que las Escrituras digan que "un trono se ESTABLECE con amor" (Proverbios 20:28). Los poderosos de la tierra han llegado a comprender que se puede llegar al trono por la ley, pero solo se puede conservar por amor.