La mayoría de los creyentes (en nuestros mejores momentos) deseamos la santificación. Anhelamos que se manifieste más santidad en nuestras vidas, pero no sabemos cómo conseguirla. Bien, si tan solo abrimos los ojos, descubrimos que el Señor nos DIO una vía para adquirir más de ella en nuestros propios hogares. Pero la mayoría de nosotros hemos rechazado cualquier ayuda que venga de ALLÍ, ya sea abierta o sutilmente. No tenemos que buscar más allá de nuestros propios hogares para ir a buscarla, porque nuestro Padre celestial construyó en el hogar el mejor espejo que jamás tendremos.
Si alguien de tu familia te dice aunque sea la más mínima cosa que te irrita, ESCUCHA y ponte a trabajar en esa área. El comentario puede venir de un niño pequeño, un pariente lejano, un cónyuge. Y reexamina el propósito de los modales y trata de aumentar tu expresión de ellos. Los modales nos elevaron por encima de los salvajes: tardaron siglos en desarrollarse y notamos cuándo una persona los tiene y cuándo no.
Pregúntese: cuando un miembro de la familia dice que algo le molesta, ¿cuál es nuestra respuesta habitual? No nos retractamos de esa conducta de forma natural, sino que EXPLICAMOS POR QUÉ hicimos algo, nos atrincheramos y no dudamos en volver a hacerlo. Si, en cambio, nos mostráramos receptivos a esos comentarios, creceríamos en gracia.