El marco para una formación académica óptima
El desarrollo del cerebro es un proceso frágil y aterrador. Si usted, como padre, lo carga con desaprobación, enojo o impaciencia, el cerebro de su hijo puede fallar o dejar de funcionar. En ese momento, tendrá que empezar de nuevo. La presión y el estrés académicos habrán destruido cualquier avance mental que esperaba obtener. Las emociones negativas sobre los estudios pueden levantar un muro de resistencia impenetrable en su hijo que puede parecer un bloqueo de hormigón que nunca se derrumbará. Si eso se pone duro, tendrá que esperar semanas y meses para disiparlo con paciencia y habilidad. La paciencia habitual hace que su trabajo sea mucho más fácil. Si el labio inferior de su hijo tiembla por los estudios, retírese.
Todo crecimiento intelectual debe producirse de forma gradual. Nunca debe ser abrumador. (Para tener una idea de cómo se siente su hijo cuando se ve superado por un nuevo concepto, puede mirar fijamente una pantalla con letras japonesas por un momento). Si hace la tarea lo suficientemente breve (un poco de esfuerzo), logrará un progreso constante sin resistencia. Si hay lágrimas, está presionando demasiado.
Obtendrás los resultados más rápidos si rodeas el esfuerzo académico con tu propia atención alegre. Los estudios han demostrado que cuando los profesores abandonan el aula durante una sesión académica en la que los alumnos están muy concentrados, la atención de estos se desmorona. Tu sola presencia ayuda al niño a mantenerse concentrado en la tarea. La disciplina interna siempre se aprende a través de muchas, muchas experiencias de disciplina externa, es decir, un tutor que dirige la mente del alumno a través de la tarea, centímetro a centímetro.
Si un maestro camina con constancia de un lado a otro entre las filas de pupitres de los alumnos, los resultados académicos prosperan profundamente. Del mismo modo, si usted, como padre, se sienta al lado de su hijo y le señala cada cosa nueva, esto hará que el niño se concentre de una manera increíble. La concentración de los padres en el niño y en la tarea es la herramienta más eficaz de su caja de herramientas. Si cuando el niño lo mira con frecuencia en busca de aliento, (1) lo encuentra allí y (2) descubre que sus esfuerzos iniciales y vacilantes son recibidos con sus ojos cálidos y amorosos, tendrá éxito.
Por eso no sirven de nada las subidas de impuestos para la educación pública. Cuanto más dinero invertimos en ella, peores son las notas en los exámenes. Es un gráfico inverso. ¿Por qué? El sector público se centra en baratijas académicas y en un currículo y un equipamiento más ostentosos, mientras retiene a profesores indiferentes y preocupados, o a demasiados alumnos por profesor. Sin embargo, sabemos por la historia que los hijos de los peregrinos (que prácticamente no contaban con dinero de los impuestos asignado a las escuelas) eran educados en escuelas de una sola aula, pero recibían el doble de educación de sus hijos que un niño moderno, porque el profesor "estaba al tanto", con un solo libro. Los profesores puritanos prestaban una atención meticulosa al proceso. Si uno se fija en cada trazo del bolígrafo al enseñar a escribir a mano, a atarse los zapatos, a cepillarse los dientes o a usar fichas de matemáticas, inculcará en su hijo la forma correcta de hacerlo para toda la vida. Se trata de estar pendiente de los comienzos. No hay que darles la espalda demasiado pronto.
Si observa estrés académico en su hijo, haga una o más de las siguientes cosas para eliminar esa resistencia emocional:
- Acortar la tarea: a veces menos es más.
- Divida la tarea en partes aún más pequeñas.
- Avanzar cuando no se puede, enriquecer y estabilizar lo que ya se conoce.
- Déjalo así y vuelve a intentarlo en unos días.
- Cambie su enfoque de enseñanza: pruebe otro ángulo.
- Regrese al nivel concreto y proceda lentamente hacia lo abstracto.
- Enséñelo en un momento diferente del día, tal vez justo antes de acostarse.
- Enséñelo en fragmentos cortos, con repeticiones espaciadas.
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El entrenamiento del carácter, por otro lado...
Por el contrario, no se equivoque: la educación moral exige que ejerza una determinación firme, inquebrantable y tenaz. Cuando un niño se porta mal, el padre debe aplicarle algún tipo de consecuencia. La consecuencia más eficaz es idear algo que el niño considere contrario a sus propios intereses. No haga que sus energías se adapten a sus ataques. Aléjese de la contienda. Enfréntese a su hijo a sí mismo, sin permitirle que piense que lo está irritando en absoluto. Elija alguna consecuencia que le cueste emocionalmente y cambiará su comportamiento, pronto.
Algunos padres entienden todo esto al revés. Son duros con los estudios, pero el carácter del niño está lleno de autocomplacencia. Enséñele a su hijo a negarse a sí mismo, a poner su propia voluntad por el bien de otro, no una vez, sino varias veces a lo largo del día. Luego, si quiere cambiar a su hijo con sus propios impulsos de amor (¿qué padre puede resistirse?), hágalo en otros momentos, cuando no esté enfrascado en un conflicto de voluntades. Puede iniciar actividades amorosas sin fin, pero asegúrese de no caer en una "maratón de respuestas" con su hijo. Si cede ante su hijo, en contra de sus primeras órdenes, deseos e intuiciones sobre lo que es mejor en la situación, se está creando un problema futuro. Ataja el problema de raíz ahora que es pequeño y podrá descansar, comer bombones y echarse una siesta más tarde. Si no lo hace, puede que tenga que luchar contra esa voluntad inmadura e indulgente hasta la tumba.