Una de las hazañas más sobresalientes de Cristo es que se propuso amar a los que no son amables, y lo logró. Ningún tipo de personalidad irritante está fuera de su cálido abrazo. Él ve el amor como un desafío personal únicamente. Sabe que el amor tiene que ver con lo que Él es capaz de hacer, no con el otro. Su única ambición es desarrollar y exhibir su propio músculo de amor, sin importar lo que le devuelvan los que no son amables. Él es Dios, y su amor decidido e inagotable en medio de todas las circunstancias y personalidades escandalosas es la esencia de Quién es Él. Es tenaz en este asunto. El amor encontrará la manera.
Es vital que veamos la dinámica diaria de nuestro propio matrimonio de la misma manera. El matrimonio debe pasar por la desilusión para poder tocar fondo. Es sólo a cuatro patas, con la nariz pegada al suelo, escarbando de rodillas, que empezamos a buscar una fuente diferente de amor. Al final la descubrimos en Cristo. Y para nuestra sorpresa descubrimos que no es en absoluto lo que pensábamos. El amor no consiste en recibir, sino en dar.
Toda la vida es un proceso de desilusión, una caída de lo que pensábamos que la vida nos daría, hacia una profunda bancarrota emocional personal. Y cuanto antes lleguemos al fondo, mejor. Si vemos el matrimonio como una fuente de romance y comprensión tierna, vamos a tener problemas. Pero si lo vemos como un desafío al amor, a encontrar Su determinación, Su perseverancia, Sus triunfos multiplicándose dentro de nosotros, entonces realmente comenzamos a vivir. La vida es una lección, no un recurso. El juicio final será el día del examen personal.
El hecho de recurrir a su amor y expresarlo en momentos imposibles, en momentos de adversidad, en momentos de 6 y 7, hace que surja en nuestras almas una extraña clase de alegría interior. Descubrimos que, de hecho, este era uno de los propósitos de Cristo para el matrimonio. La familia es el gran punto de equilibrio al pie de la cruz. Nadie se pavonea al pie de la cruz; nuestra propia contradicción y nuestras constantes e impetuosas demandas de satisfacción reciben allí un duro golpe. Nos acobardamos bajo sus grandes gotas de sangre y nos levantamos para intentarlo de nuevo... para seguir adelante en el viaje. Saltar del barco nos hace débiles. Tomar los remos, luchar contra el viento y despertar el amor dentro de nosotros nos hace grandes al final (Salmo 18:35: “Tu benignidad me ha engrandecido”).
Imaginar que existe una personalidad más agradable con la que relacionarse todo el día es una trampa. No la hay. Independientemente de la atractiva portada, en el interior de cada libro se esconde la misma historia: “No hay justo, ni aun uno” (Romanos 3:10).
Para obtener más información sobre este tema, consulte el libro electrónico 7 secretos femeninos para la armonía marital.