Dios limita nuestro espacio, tiempo y dinero con un propósito divino. Cada uno de ellos nos obliga a tomar decisiones que nos muestran nuestras prioridades. Veamos los parámetros de cada una de estas tres limitaciones, el propósito de Dios para cada una de ellas y el castigo que se paga por intentar desafiar cada una de ellas.
ESPACIO
El parámetro del espacio limitado
Ninguno de nosotros vive en casas infinitamente grandes. Nuestros metros cuadrados determinan la cantidad de cosas que podemos tener. Si vivimos en una casa diminuta, ni siquiera podemos tener una botella extra de loción para las manos. No tenemos dónde ponerla. Tenemos que limitarnos a una sola botella.
Si tenemos un coche pequeño, no podemos llevarnos demasiadas cosas de vacaciones. Otra realidad es que, aunque tengamos una casa grande o un coche grande, tarde o temprano nos quedaremos sin espacio. Puede que tengamos un deseo insaciable de tener motos, autocaravanas y vehículos de cuatro ruedas que quepan en ese garaje más grande. Cuando se trata de espacio personal, tarde o temprano nos topamos con un muro.
Este fenómeno de las limitaciones divinas al espacio personal se extiende a todo nuestro “suerte” en la vida. Dios mismo determina en qué país nacemos, en qué época de la historia, con qué padres nacemos e incluso el tamaño de nuestro propio cuerpo físico. Dondequiera que miremos, estamos “acorralados” por limitaciones estructurales predeterminadas.
El propósito del espacio limitado
El propósito de Dios al limitar el tamaño de nuestro espacio vital, e incluso la naturaleza del vecindario o las circunstancias en las que nos encontramos durante largos capítulos de nuestra vida, es enseñarnos a “florecer donde estamos plantados”. Este es el don de Dios. Es una imagen divina del hecho de que Él ha prescrito todo nuestro “suerte” en la vida (no sólo nuestra tierra firme actual, sino también nuestras circunstancias y nuestras relaciones) para liberarnos del desconcierto de la infinitud.
Tener que tomar demasiadas decisiones sobre nuestras estructuras externas, lejos de ser algo alegre, se convertiría en un torbellino sin fondo. ¿Y si quisiéramos padres diferentes, o hijos diferentes? ¿Dónde terminaría?
Las turbulencias provocadas por factores externos como el cambio constante de trabajo o las mudanzas a lugares nuevos y diferentes para vivir podrían convertirse en una locura mental si tuviéramos que lidiar con ellas todos los días. Si no nos sentamos en un “terreno” (incluido nuestro terreno en la vida) en algún momento, la vida diaria se convierte en una pesadilla de descontento implacable. “Si tan solo estuviera ALLÍ y no aquí mismo… suspiro”.
Si algunos parámetros vitales de nuestra vida no son estables y fijos durante largos períodos de tiempo, no podemos ponernos a vivir la vida, sumidos en infinitas posibilidades estructurales cada día. Ningún día está a salvo de trastocar por completo nuestro orden establecido. Ninguna hora es pacífica.
La penalidad por intentar desafiar el espacio limitado
No estar contentos ni agradecidos por nuestro propio espacio fijo o “suerte” significa que no creemos que se pueda confiar en Dios para gobernar el mundo y organizar los parámetros externos de una persona. ¿Eligió Él el continente equivocado para ponerte? Cuando nos enojamos con las cosas buenas que Dios ha determinado para nosotros, en realidad estamos declarando que preferimos un estado constante de sobrecarga mental y miseria.
No adaptarnos a nuestros metros cuadrados significa que amontonamos cosas hasta el techo, no podemos encontrar nada rápidamente y no podemos caminar, sentarnos o encontrar nuestra cama porque no contamos con un espacio fijo.
TIEMPO
El parámetro del tiempo limitado
No vivimos para siempre; lo que hacemos con nuestro tiempo no se puede deshacer ni volver a hacer. Nuestra vida no es ilimitada.
El propósito del tiempo limitado
El tiempo limitado revela nuestras prioridades. Lo que elegimos hacer con nuestro tiempo ayuda a definirnos. Si utilizamos un determinado período de tiempo de una manera, no lo tendremos para utilizarlo de otra. Los parámetros del tiempo son algo bueno. Sus limitaciones nos revelan que Dios nos ha dado la dignidad, la autonomía personal, de la verdadera elección.
La pena por intentar desafiar el tiempo limitado
Tratar de desafiar el tiempo significa que deliberadamente lo usamos mal. Cuando elegimos no usar el tiempo óptimo para las tareas óptimas, terminamos consternados diariamente. Cuando no somos puntuales, no estamos honrando el tiempo de otra persona. El hábito de posponer las cosas termina haciéndonos eludir deberes y responsabilidades, para nuestro propio daño. Esto puede llevarnos a perder nuestros propios avances y progresos. En resumen, no aceptar las limitaciones del tiempo da como resultado un caos mental.
Sólo un minuto
Sólo tengo un minuto,
Sólo dura sesenta segundos.
Me lo imponen y no puedo rechazarlo,
No lo busqué, no lo elegí;
Pero depende de mí usarlo.
Debo sufrir si lo pierdo;
Dar cuentas si abuso de ello.
Sólo un pequeño minuto,
Pero la eternidad está en ello.
DINERO
El parámetro de ingresos limitados
El ingreso limitado es el parámetro de todos. Nadie tiene dinero ilimitado. Incluso las personas muy ricas tienen límites financieros. No pueden comprar un continente. No pueden comprar las estrellas. Al final descubrimos que no somos Dios, que SÍ es dueño de todo. Las limitaciones financieras para los humanos son reales.
El propósito de los ingresos limitados
La forma en que gastamos el dinero revela nuestras prioridades. Si gastamos dinero en una cosa, puede que no esté disponible para otra. A través de nuestro extracto de la tarjeta de crédito (que antes era la chequera), expresamos constantemente lo que es más importante para nosotros. Tenemos que lidiar con nuestra abnegación a corto plazo en favor de nuestra solidez financiera a largo plazo. Vivir dentro de un presupuesto es ponerse “zapatos correctores” que nos ayuden a encontrar ese camino exitoso y a permanecer en él.
La penalidad por intentar desafiar los ingresos limitados
La falta de abnegación, ya sea a la hora de ganar dinero o de gastarlo, conduce a una mala administración del mismo, lo que a la larga puede conducir a la desesperación, la depresión, la falta de vivienda o tal vez a la cárcel.
Conclusión:
Las limitaciones de Dios son en realidad vallas amorosas que rodean nuestra existencia, para librarnos de tener que cargar con infinitas opciones en nuestro seno todo el tiempo. Es cierto que podemos esforzarnos por mejorar esas vallas, pero siempre debemos recordar que empezamos desde algún lugar con dinámicas dadas por Dios que son únicas para cada uno de nosotros. Él debe ser alabado por Su sabiduría eterna al elegirlas. Algún día veremos la razón de ello y estaremos de acuerdo con Él acerca de la belleza que el autocontrol practicado produjo en nuestra alma.
Y el hecho de que tengamos algunas limitaciones amorosas en nuestra vida no significa que toda nuestra vida esté flanqueada por limitaciones. La fe, la esperanza y el amor se pueden dar y recibir en dimensiones infinitas. Y no hay forma de detener los placeres mentales que se manifiestan al emplear nuestra imaginación y creatividad, así como al jugar con la idea de expandir nuestra determinación y perseverancia en innumerables proyectos y ambiciones piadosas.
Los planes de Dios para nosotros aquí y en el más allá son maravillosos en todos sus resultados eternos.