Los psicólogos hablan de cómo todos los seres humanos estamos inmersos en interminables dilemas de dos opciones. La vida está llena de decisiones de una u otra, y todos los adultos normales que maduran (y los niños en hogares piadosos que se están formando para la edad adulta) tienen que elegir entre una u otra, a lo largo de toda la vida, con decisiones grandes y pequeñas. Cada uno de nosotros toma cientos de decisiones cada día. Ahora bien, aquí está lo profundo: cuando elegimos, actualizamos quiénes somos. Ahí es donde debemos involucrarnos, como padres que educan a sus hijos en casa, porque los patrones se están formando en la infancia. Las elecciones son la trama y la urdimbre de cómo se configura el tejido de la vida, y vivimos dentro de él. En última instancia, no se puede escapar de él; solo se puede escapar de él temporalmente.
Así, cuando nos encontramos con una persona (a menudo, un miembro de nuestra familia inmediata) que se niega a decidir sobre un dilema de dos opciones que le concierne a sí mismo, en relación con un asunto determinado, sino que elige una tercera vía (que no es una opción válida), estamos tratando con una persona que está involucrada en una especie de escape. Este escapismo puede manifestarse como una adicción, una rebelión o un defecto de conducta de algún tipo. Cualquier opción de escapar de la realidad (patear la lata para más adelante, ignorarla, cambiar constantemente de caballo, huir, tener relaciones en serie, beber, consumir drogas, cometer delitos menores, etc.) es un intento insostenible de resolver los problemas de la vida evitando el dilema de las dos opciones.
Teniendo en cuenta estos hechos sobre cómo funciona la vida, uno debería ser consciente si está tratando con una persona con un patrón de respuesta disfuncional. Al ver esto, uno puede responder racionalmente, diciendo cosas como: "Puedes hacer esto o puedes hacer aquello".
La persona desorientada sólo está considerando terceras opciones. Quiere opciones de “todos y uno”, que en realidad no existen. Por lo tanto, no puede resolver sus problemas ni a sí misma. En ese caso, la inercia puede parecer una buena opción y/o aparentar que se obedece sin obedecer realmente las reglas del hogar y los valores familiares. Para esa persona, la irresponsabilidad empieza a verse cada vez mejor. Lo que en realidad está decidiendo es deshacerse de cualquier responsabilidad relacional, ignorar el legado familiar, desdeñar la defensa del honor familiar, ignorar cualquier implicación de tomar malas decisiones y simplemente deshacerse de todo. Esto se arraiga cuando la persona con problemas se mantiene firme y evita los dilemas de dos opciones como si fueran la peste.
Entonces, ¿qué puede hacer un padre que educa a sus hijos en casa si su hijo parece estar desviándose en esa dirección? Hay respuestas que podemos dar y que pueden tener un gran efecto en la formación de la conducta del niño para toda la vida. Una de ellas es reconocer el dilema de las dos opciones, exigirle al niño que elija una de las dos opciones permitidas, sin permitir que se escape una tercera opción. Las terceras opciones creativas en las que ambos estén de acuerdo están bien, y hay que asegurarse de que el niño experimente plenamente las consecuencias de su elección.